12 dic 2010

LA ESPÍA QUE ME AMÓ

Parece increible, pero hay una rubia durmiendo en el colchón intentando dominar sus sueños y alejándome un poquito más de los míos, así que me levanto despacito para no despertarla y voy a la nevera que está tan llena de nada como habitualmente. Bebo agua cogiendo la botella por el cuello como los polis americanos neuróticos hacen con la leche. Este horario a turnos de levantarme a las 2 de la tarde me ha llevado a que el insomnio y Woody Allen se hayan convertido en mis mejores amigos, de los pocos que me aguantan.Me tumbo en el sofá que se transforma en un potro de tortura donde sopeso mi vida. Me enciendo un cigarro mientras pienso que este apartamento lleva años suplicando una mano de pintura, que este blanco evolucionado a un amarillo nicotina no le sienta bien. Apago el cigarrillo en las copas sucias de la fiesta y vago sin gafas por la casa, arrastrándome como un alma en pena por el parquet. Llego a la ventana y me infiltro por las cortinas como un espía que tuviera una misión y dejo vagar la mirada por las calles vacías y húmedas. Me imagino que los hombrecillos verdes y rojo del semáforo se han deslizado por el poste y ahora están sentados en sendas cajetillas de camel jugando a las cartas entre ellos, con sus rostros impasibles como de gansters de los años 30, fumando con una mueca de desprecio en los labios y el entrecejo arqueado. Cuando oyen llegar al camión de la basura recogen las cartas y suben por el tronco del semáforo con rapidez, justo a tiempo, 4 segundos más y les pillan los basureros municipales. Frecuentemente la miopía juega conmigo y yo tocado por los tentáculos del miedo y la imaginación (Manolo me dijo hace poco que iban unidos) me dejo llevar por el subrealismo de estas imágenes nocturnas e irreales. Pero claro para los miopes, las viñetas irreales no están tan claras como para el resto del mundo.
Regreso a la cama. Está preciosa con su camiseta de tirantes, me recuerda a una estrella de cine, sigue agitándose y ronroneando, ajena a la fascinación que me produce, sigue peleando por cambiar el argumento de sus sueños. Hubo un tiempo en el que me hubiera encantado formar parte de ese argumento y que sus sueños giraran en torno a mi. Pero el paso del tiempo, el cumplimiento paulatino de sus sueños de colegio de pago y su creciente indiferencia me han puesto en el lugar que me corresponde. Mañana sonreiré igual, e intentaré olvidarme de que emotivamente podrían declararnos zona catastrófica. Me meto entre las sábanas con cuidado para no despertarla, y en ese momento su mano me toca inconscientemente en sueños y con ese gesto sé que al menos esta noche le gano la partida al insomnio

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