28 ago 2011

DESAYUNO SIN DIAMANTES

El domingo siempre me ha resultado un día asqueroso. Ya de pequeño me jodía horrores levantarme temprano y que me vistiesen como a un panoli para ir a misa. Nunca soporté aquella pesadez. Un cura viejo y aburrido distribuyendo doctrinas acerca del bien y del mal a una congregación de personas a las que les importaba más el hecho de que la demás gente les viera que lo que el cura hablara sobre cosas que nunca había visto (alcohol, drogas, sexo) y mucho menos vivido.
Ir a misa era pasarse 45 minutos pensando en mis cosas e intentar entretenerse con las tonterías más insospechadas.
Pero lo peor del domingo siempre fue la tarde. La tarde del domingo es laaaarga, las horas parecen no pasar. Uno intenta leer, ver una peli, jugar una play, oír los partidos, pero nada puede salvar ese mortal aburrimiento al que contribuyen la mierda que pone la televisión.
Ahora soy mayor, ya no tengo 8 años, he cambiado. Tal vez no tanto; en el fondo la única diferencia es que me puedo masturbar y tengo más pelos por el cuerpo. Pero el domingo sigue igual. Y hoy a sido otro de esos domingos cadenciosos. Pero hoy en la televisión dieron “Desayuno con diamantes”. Sé que a la mayoría de la gente se la trae floja, pero a mí no. He visto la peli veinte veces y la vería otras veinte.
Me sigue gustando esa Audrey Hepburn que desayuna viniendo de after frente al escaparate de Tiffany´s para conjurar un día rojo, me encanta cuando canta “moon river” con esa tristeza en los ojos mientras el jefe del equipo A la mira.
Tengo la primera edición en castellano del libro y me la he leído un par de veces, pero no es lo mismo, es de las escasas veces en las que el cine supera a la literatura.
Mickey Rooney haciendo de japonés gruñón, cuando Holly va a la biblioteca tras robar unas caretas… y sobre todo esa escena final de la lluvia, un taxi amarillo, un callejón, un gato y un beso con la lluvia empapándoles.
Me compraría un gato y lo llamaría gato solo con la esperanza de que alguien me escribiera un cuento titulado “mi amigo” y lo iniciara diciendo: “erase una vez un adorable y delgado muchacho que vivía solo con un gato sin nombre”. Aunque tampoco pierdo la esperanza de encontrar algún día a una chica que guarde sus zapatillas en el frigorífico. Ese día me enamoraré.
Mientras tanto me encanta que Audrey siga puteando al George Peppard y que este siga intentando ligar con ella.
Donde coño está nuestra Holly Golightly??


15 ago 2011

ME ENTRA FRIO POR LOS OJOS

Era una tarde de sábado y lo único que la diferenciaba de las demás es que estaba en León tirado en casa, perdiendo el tiempo, intentando descansar de mi ciudad de nacimiento (que no de adopción) de unos cuantos duros días de familia. Como siempre me ocurre, era incapaz de hacer nada de lo que me había propuesto hacer cuando viniera, ni siquiera había llamado a la mayoría de la gente. Tampoco era capaz de relajarme porque estaba resacoso y somnoliento dando vueltas en ese sofá de cuero negro que tiene mi madre y yo no. No podía descansar porque el cuerpo me estaba pidiendo algo que hacer y yo no era capaz de tener la mente en blanco porque acababa de recordar que la nevera estaba vacía de algo que me gustara y no comiera habitualmente. Decidí interrumpir aquel ocio y acercarme dando un paseo al Continente (que por mucho que ahora se llame Carrefour en León llamamos aún Continente). Todos hemos caminado alguna vez por uno de esos aburridos pasillos empujando un carrito. Todos nos hemos dejado llevar por ese hilo musical de mierda que le pone banda sonora a la compra de mil artículos inútiles que hemos adquirido porque estaban de oferta irresistible. Como todos lo hemos hecho no voy a contar mi caminata en busca de morcilla cazurra, pizza, helado y chucherías. Lo que tiene de especial ese día es que cuando ya estaba a punto de acabar, al llegar a la sección de hogar para buscar papel de cocina, me pareció ver la cara de alguien conocido vestido con el ridículo uniforme de esa gran superficie. Si, a aquel tipo que debía tener mi edad le conocía. Era el imbecil de Toño. Un viejo compañero de estudios en el colegio. Me senté cerca de él en alguna clase un par de trimestres de 7º y 8º. Parecía un buen chico; el típico tío sin personalidad con aspecto inocuo que reía tus gracias, te pedía los apuntes y hablaba de la última necedad que había visto en la tele. Un día le dije que escribía poemas.
Justamente era la última persona que habría esperado que pintase con grandes letras en mi pupitre las palabras "maricón hijo de puta" hasta cubrir casi toda la superficie. Recuerdo que el muy cabrón lo hizo y después dejamos de hablarnos sin que hubiese vuelto a verle la cara hasta hoy. Durante un momento no supe si acercarme a él y saludarle, pensando que igual podía ofenderle al ser más que evidente que la vida me estaba tratando bastante mejor que a él. Mi habitual despiste me impidió darme cuenta de que mientras todo esto me daba vueltas en la cabeza estaba posado a tres metros de él sonriendo. Nuestras miradas se cruzaron y tardé un rato (mi habitual empanada) en descubrir la situación que había creado. El tiempo justo para saber que en ese mismo instante, él tambien se había acordado de mi y me había vuelto a llamar "maricon hijo de puta" en sus pensamientos. Caí en la cuenta de que todo lo producia la envidia. Recordar la broma de mal gusto de hace 23 años y esa mirada que había tratado de mostrar desprecio mientras subía paquetes de pañales en una gran estantería del continente estuvo cerquita de joderme el sábado. Luego todo mejoró.
Cuento esta historía idiota por no contar que cada vez que entro en el Gargantua me cuesta escaparme de allí o lo cerquita que estuvieron de condenarme al descontento unos tacones new yorkinos que no existían en el Punto y unos ojos infinitos que me demostraron en el Berlín que en León no solo hay un modelo de chicas. Eso ya lo contaré otro día... o no.

5 ago 2011

EL REFUGIO DE LOS FAVORITOS

Siempre he vivido sólo, en apartamentos cutres, diminutos y céntricos. Me gusta tener un sitio lejos de todos y cerca de mí mismo donde almacenar los libros y la música y colgar la funda de la pistola (si la tuviese) o subir a chicas para darles cariñitos (si a ellas les diera por ahí alguna vez y no vinieran solo a beber y a decirme "ahí te pudras campeón").De hecho los fines de semana generalmente empezamos la noche en mi casa. La alineación habitual suele ser Juanjo Calles, Dimas, Rami, Mario y yo. Esporádicamente se nos une alguien. Mujeres, por alguna extraña razón no suele haber. A partir de las 11 y media nos dedicamos con envidiable fruicción a pulverizar hígados y noche a base de alcohol y palabras. Y callamos las cosas importantes, esas que hablan de heridas que tienen nombre de mujer, de heridas que nos provocaron las balas disparadas por pistolas de vientre suave, de pelo largo, de ojos claros, de ojos negros, de noches cortas como el tiempo a su lado. Y nos creemos los más listos por que todavía nadie nos ha contagiado una hipoteca, ni una relación aburrida, ni nuestra lista de la compra incluye comida de bebé, y hablamos de literatura y de cine y de política y de princesas y conocidos que desayunan con una dosis extra de aburrimiento, y adormecemos la conciencia y olvidamos nombres y llenamos el vacio que hay en nosotros a base de risas. Y así rasgamos la vida antes de que ella nos arrase y nos borre la ilusión de los ojos. Porque el futuro no nos dice demasiado, porque sospecho que tenemos el riesgo de no reconocernos a nosotros mismos a la vuelta de unos años, bajo una piel mas envejecida, con más golpes, quemaduras y miedo.
La putada es ese convencimiento que tengo de que yo seguiré siendo el mismo, pero más debil y un poquitín más triste. A veces, en mitad de esas reuniones miro el cenicero de cristal azul lleno de colillas y dudo si provienen de cigarrillos o son simplemente las cenizas de nuestra vida que arrojan las colillas de la juventud.
Recuerdos y posters en las paredes, Los Enemigos, los Planetas, The Clash y Bowie en el aire y fuera....?
Ya se puede caer el mundo fuera, que los favoritos de Charrajevo se refugian esta noche en mi casa.

1 ago 2011

RASTREA MI SUERTE

Mi tardío alcoholismo social de fin de semana es preocupante. Me lo bebo todo el finde con la única intención de hacer desaparecer el lunes. Eso es en lo único que pienso. A cada trago voy desdibujando los días de diario. Los voy haciendo desaparecer, como la familia en la fotografía en esa escena del final de regreso al futuro. Si le doy duro al ron un sábado, al final me cargo el domingo.
Puedo amanecer un lunes sin tener la más remota idea de como he llegado hasta ahí. Y al final dejo la semana parecida al teclado de un piano, a la dentadura de uno de los viejos de la residencia. Faltan piezas, faltan días. Manchas negras que ocultan detalles aparentemente sin importancia, pero útiles para saber cosas. Agujeros negros de la vida mientras yo... miro para otro lado e intento no ser absorbido por ellos. Saltarme las casillas se ha convertido en algo habitual. Un incidente más antes de que caiga el telón. El nivel de simplificación al que ha llegado mi vida me permite ser uno de los tipos más felices del barrio. Pocas necesidades. Pocas aspiraciones. Algunas mentiras. Unas cuantas llamadas, un par de pelis al día, un libro a la semana. Practico la apatía de forma habitual, y creo que he llegado a hacerlo dignamente, es una de las pocas cosas que hago bien. No tengo gusto por nada y carezco de cualquier asomo de vocación, solo poseo un puñadito de preferencias dispersas y lo peor es que no me siento demasiado culpable por no hacer nada. Mi falta de objetivos hace que mi vida se suceda ante mí sin que yo haga nada por hacerla suceder. De hecho me compro 2 cajas de leche en el Carrefour de la calle Toro y me maravillo de ser capaz de hacer una apuesta a tan largo plazo. Y es que solo los findes se puede más o menos vencer la apatía, puedes encontrar algo en lo que olvidar el resto de las cosas y dejar de medir el tiempo en cigarrillos. Ya lo dice Platero: “los bares deben abrir para cerrar las heridas” y es que con más de treinta años…. Heridas hay muchas.