1 ago 2011

RASTREA MI SUERTE

Mi tardío alcoholismo social de fin de semana es preocupante. Me lo bebo todo el finde con la única intención de hacer desaparecer el lunes. Eso es en lo único que pienso. A cada trago voy desdibujando los días de diario. Los voy haciendo desaparecer, como la familia en la fotografía en esa escena del final de regreso al futuro. Si le doy duro al ron un sábado, al final me cargo el domingo.
Puedo amanecer un lunes sin tener la más remota idea de como he llegado hasta ahí. Y al final dejo la semana parecida al teclado de un piano, a la dentadura de uno de los viejos de la residencia. Faltan piezas, faltan días. Manchas negras que ocultan detalles aparentemente sin importancia, pero útiles para saber cosas. Agujeros negros de la vida mientras yo... miro para otro lado e intento no ser absorbido por ellos. Saltarme las casillas se ha convertido en algo habitual. Un incidente más antes de que caiga el telón. El nivel de simplificación al que ha llegado mi vida me permite ser uno de los tipos más felices del barrio. Pocas necesidades. Pocas aspiraciones. Algunas mentiras. Unas cuantas llamadas, un par de pelis al día, un libro a la semana. Practico la apatía de forma habitual, y creo que he llegado a hacerlo dignamente, es una de las pocas cosas que hago bien. No tengo gusto por nada y carezco de cualquier asomo de vocación, solo poseo un puñadito de preferencias dispersas y lo peor es que no me siento demasiado culpable por no hacer nada. Mi falta de objetivos hace que mi vida se suceda ante mí sin que yo haga nada por hacerla suceder. De hecho me compro 2 cajas de leche en el Carrefour de la calle Toro y me maravillo de ser capaz de hacer una apuesta a tan largo plazo. Y es que solo los findes se puede más o menos vencer la apatía, puedes encontrar algo en lo que olvidar el resto de las cosas y dejar de medir el tiempo en cigarrillos. Ya lo dice Platero: “los bares deben abrir para cerrar las heridas” y es que con más de treinta años…. Heridas hay muchas.

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