13 nov 2010

VENDIENDO HUMO A COMISIÓN

Para dinamitarte el corazón no hay nada como el explosivo plástico de una verdad en el momento adecuado. Un buen “Zas!, en toda la boca”.Lo sé por experiencia.
La situación es la siguiente: Centenera, más allá de las 4 de la madrugada, dejo caer la mirada por los ojos que me rodean, me gusta, mirar a las chicas, supongo que es una forma de cerciorarme de que aún no he dejado de ser un post-adolescente y de que aún puedo resultar medianamente atractivo para alguien, me mola mil que dentro de ese pequeño mundo alguien me mire tiernamente como a un tonto y que esa mirada me dé la clave para intentar querer una vez más.
Unas palabras y una sonrisa me la presentan, no hay 2 besos de rigor, no me gustan las cosas convencionales, la conversación surge naturalmente, promete, es augurio de algo diferente. Igual ahí está el error, que en lugar de verme embarcado en un duelo de esgrima verbal debería haberla propuesto ir a mi casa a enseñarle mi biblioteca y acariciar juntos la firma de García Marquez o de Neruda, y dejar caer una caricia indolente al tiempo que un susurro actúa de heraldo y anuncia mis ganas de comer esa boca, de pegar un polvo. Así que cuando veo que sus amigas la avisan de que se van y ella hace un ademán de duda se lo digo, no con esas palabras, con otras: más retóricas, más pedantes, más vendedor de humo. Con palabras que simulan la necesidad que tengo de fundirme en un abrazo. Ella se hecha a reír:
-“Tú eres un poquito idiota no?”
Y se va, y me deja planteándome si tiene razón, que igual ese es el problema, que soy un poquito idiota, al menos en medio del Centenera, con las luces encendidas rompiendo la magia, con la estúpida canción de la bola de cristal poniendo banda sonora a mi fracaso, es como me siento. Tengo la sensación de otra batalla perdida contra el mundo.



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