24 oct 2011

CIRCULOS DE VIDA

Perdería a Dios sobre los 16. Ojo, hablo de nuestros 16 que no eran tan precoces como los 16 de ahora. Por eso supongo que Dios fue lo más importante que perdí esa época. Lo bueno de ser agnóstico y escéptico a partes iguales es que la mayoría de las cosas me roncan los cojones.
A los 10 iba a misa como un bendito y a los 11 ponía dinero en el cepillo. Sobre los 12 y siguientes la vida ya empezó a atravesarme un pelín de realidad por el cuerpo y hoy en día me costaría encontrar entre mis allegados a alguien que haya pisado una iglesia en el último año. Cerca de los 18 llego el turno del amor (al menos de sus prácticas de tiro), el fanatismo de las cartas a todas las chicas que me importaron algo, lentos de discoteca, la vida en los portales ajenos y en los bancos del parque a esas horas de verano en las que sustituíamos el calor del sol por el nuestro propio. Luego llegaron los móviles, consonantes y mayúsculas como heraldos de sentimientos (tq mxo). En los tiempos muertos de los besos y en los intermedios de las relaciones aprendí algo sobre la amistad, el riesgo, las drogas, el amor….
Hoy me ha dado por pensar en Dios después de un montón de tiempo sin hacerlo. Seguro que él ya ni se acuerda de mí, pero me ha venido a la cabeza, como una de esas antiguas novias que uno recuerda cuando encuentras al amor de tu vida…
Hace sol, mucho frio y es domingo, lo que significa que apenas hay nadie por la calle. Si bajase vería una Puerta Zamora semi-desierta y me sentiría como en una de esas pelis donde ha habido una explosión nuclear y el narrador es el único superviviente. Eso es todo. Y toda mi devoción la tiene el Atleti.
Creo que seguiré siendo agnóstico.

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