9 may 2011

DE INSULTOS Y ANGELES CAIDOS

Alguien me dice que me he pasado insultando en lo comentarios. Lo mismo tiene razón, ellos piensan que soy un pedante y yo pienso que ellos son subnormales, con lo cual la cosa queda empatada. La verdad es que a lo largo de mi vida he recibido mogollón de adjetivos calificativos. Los que mejor recuerdo son: Cabrón de mierda, malo, hijo de puta (cualquiera que haya visto a mi pobre madre sabe lo poco probable que es, aunque con esto de las mutaciones genéticas en cadena, y los radicales libres y las radiaciones y los pesticidas… vaya usted a saber), puto tarado (este me gusta), maltratador verbal (mentira, lo que pasa es que te jode haber perdido el combate dialéctico) gilipollas (poco original), estúpido, niñato (prefiero el adulto “inmaduro”) cobarde (quizá) basura, (tal vez) miserable (nunca).
Sin embargo un día Amaya me llamó “puto demonio”. Eres el puto demonio me dijo después de un polvo salvaje, de rodar por las frías baldosas de terrazo de su piso, dos cuerpos golpeándose rítmicamente contra la superficie de nuestra lujuria veinteañera. Después con el paso del tiempo me he encontrado varias veces con la horma de mi zapato tantas veces pronosticada por ella. Con chicas que me superaban por todos lados en intensidad y dureza. Pero no era el caso de Amaya, más bien hippy-pija y con ínfulas de grandeza y aspiraciones convencionales.
Así que un buen día ( para ser más exactos habría de decir una mala noche) me dedicó ese doble adjetivo: “puto demonio”. Al principio me sentí como si el dentista psicópata de La Tienda de los Horrores me taladrara, al fin y al cabo éramos novios, mi primera pareja seria, luego pensado fríamente, aquello me dio que pensar. Había sido Satanás, el mismísimo diablo, al menos para ella y en esas circunstancias. Somos contexto, siempre lo he pensado. Y en su circularidad yo fui considerado el demonio, el ángel caído, la oscuridad en medio de la belleza, la rebeldía…yo era un puto demonio porque tenía 21 años y follaba bien y me embarcaba en delirantes paranoias cotidianas y me involucraba con historias raras y hacía daño.
Al poco tiempo me cansé de la historia y el final fue triste, como casi todos, y desolador, como la mayoría.

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