16 sept 2011

CERTEZAS E INCERTIDUMBRES

La mañana resulta fría y depresiva. Llevo media hora esperando un puto tren que nunca llega y estoy congelado. Solo a mi se me ocurre salir sin la chaqueta. Por fin aparece el puto tren, ya era hora joder!. Si hay algo que odio es que me hagan esperar. Busco mi vagón y entro, salvo por una abuelita que parece dormitar al fondo, está vacio. Me siento, pongo alegrías del incendio de los Planetas en el MP3 y saco un libro. Tengo la cabeza apoyada en el cristal y no sé porque me pongo a pensar en un libro que leí hace tiempo. Iba de una monja que se enamora de Elvis Presley a través de una fotografía y cuelga los hábitos. La cosa era original, pero le faltaba argumento. Como a mi vida. Siempre dando tumbos, siempre buscando un esquema pero a fin de cuentas siempre solo. Ya llevo un ratín más que prudencial sentado mirando tras el cristal, sin nada que ver. No hay paisaje, solo lluvia, barro y agua.
En un ataque de irracionalidad saco la libreta y me pongo a escribir: “dejo el sueño aparcado en la mesilla de noche”: Me parece una frase cojonuda, pero la putada es que no tengo mesilla de noche donde aparcar mi sueño. Sigo escribiendo:“ Todos los trenes son iguales, por mucho que lo desees no te llevarán de vuelta al viaje anhelado; al igual que todos los ombligos se parecen en la oscuridad, pero no todos los besos queman como los tuyos”
Lo releo y me parece una soberana gilipollez, la típica frase de una quinceañera de instituto. Un rato mordisqueando el bic para acabar escribiendo una estupidez llena de lugares comunes. Dudo si romper la hoja y me quedo adormilado con la imagen de Elvis y la monja paseando de la mano.

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