21 jun 2011

EL CIGARRITO DE ANTES

Me doy cuenta cuando miro el contador de visitas, que con cada ilusión ( o decepción) emotiva gano una lectora. Es el caso de esta historia: os prometo que no la había visto. Lo juro. Yo estaba de espaldas, fumando a la puerta del Cum Laude poniendo poses que disimulen el hecho de que estoy sólo y muy centrado yo en mi cigarrillo. De verdad.
Me saluda y me siento como si me hubiera estrellado con el coche. Está tan cerca que podría incluso rozar su pelo negro. Y es que está tan cerca que parece que fueramos en ascensor, en un ascensor que se desplazase horizontalmente.
Hace un tiempo, cuando curraba conmigo de interina siempre me saludaba de la misma forma y yo tenía preparado un chiste fabuloso para cuando lo hiciese. Ese día me saludo con un lacónico “hola” con lo cual el chiste ya no funcionaba. Zorra. Dije. Bueno en realidad, no se lo dije, solo lo pensé, es decir, me lo dije a mí mismo.
Afortunadamente no la estoy mirando como si estuviese salido. No miro su cuello ni la forma de sus vaqueros, ni me imagino sus tatuajes, ni me imagino como sonará mi nombre en su boca cuando ella lo grite, ni el beso que me dará cuando menos me lo espere, ni la digo que como siga fumando de esa forma me va obligar a buscar el extintor del bar. Yo a mi bola todo tontería y dignidad, sin hacer caso al proceso que se comienza a abrir.
Ahora me sonríe seductora y me quiero morir. Quiero comérmela. Quiero arrancarle las etiquetas al flirteo y estrenar todo lo demás. A la mierda el qué tal te va. Quiero lo otro. Que coño hacemos hablando de lugares comunes si los dos pensamos en lo otro. Te quiero desnudar y punto.
Finalmente la situación me acaba saturando… quizá lo que me pasa es que en el fondo me da pereza. Intentar algo como por ejemplo caerle bien y llegar a algo. Otra chica que se aprenderá mis cicatrices. Otra chica que puede venir a casa cuando acabe de currar. Otra chica en mi ascensor. Tal vez ella lo merezca pero tamaño esfuerzo me viene grande. Por lo menos en este momento. Ya veo a mí alrededor adonde lleva: Los silencios que lo complican todo, las discusiones al llenar la nevera o después de la primera vez que no sepa como decirle que me apetece estar solo. Otra chica estupenda que me mandará a la mierda de forma estupenda.
Más tarde la madrugada me envuelve en un hálito de realismo mágico y acabo intercambiando palabras con acento transoceánico en el Potemkim y planteando arropar labios rugosos con mis labios huraños. Al final me despido y duermo solo. Ha sido divertido y acepto el juego con deportividad. Lamentablemente, el pepito grillo que duerme a mi lado habitualmente, no se ha tomado el día libre y me culpa de que el peso sobre el colchón no está repartido de manera proporcional. Algo ha fallado, como casi siempre. Algo me falta y ahora reconozco que me he puesto un pelín nervioso cuando rebuscaba, sin conseguirlo, alguna frase epatante para la despedida.Tampoco es tan raro: no quiero romanticismos, ni promesas, ni chantajes, ni atardeceres, solo quiero algo a cara de perro. En plan adultos y eso.

2 comentarios:

  1. Hey! Odio tu Live Traffic Feed, registra cada movimiento que hago sobre tu blog... Intrusismo del autor en el privado placer que tienen sus lectores al leerlo.
    Aquéllas son dos buenas líneas. Un beso rugoso, Sr. huraño.

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  2. Cuando uno pone kilómetros de por medio, y se quedan historias en la mirada, y besos nunca recibidos, el menor de los problemas es un tonto Live Traffic Feed. Me alegro de que te gusten las 2 lineas, aunque acabasen siendo divergentes.
    Un beso huraño señorita rugosa.

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