3 mar 2011

ENCONTRARSE EN EL CONTRASTES

A esta hora el cielo empieza a bostezar, las calles se hacen más largas y las farolas se apagan al tiempo que se encienden las primeras luces de las casas para iluminar a un hombre que orina, bebe un vaso de agua o enciende la tele porque una vez más el día ha llegado demasiado pronto. De vuelta al centro alzo los ojos al reloj que hay enfrente del Puerto de Chus, son más de las 7 y vamos camino del último lugar, ese donde podremos tirar el último dinero que nos queda y beber sin con-pañía. Como lo hacen los hombres que ya pagaron todas sus deudas. Me recargo en los muros que rodean la plaza de San Román a esperar a alguien que está meando y a meterme un poquito de realidad en el alma. La piedra fría y apacible sosteniendo mi espalda me habla de un mundo quieto, aislado. Solo yo. Los minutos continúan cayendo en el reloj y un coche sin luces se desliza lentamente por la Gran Vía. Insistimos en cruzar la calle camino del Contrastes cada uno por un lado pero con la misma dirección. Está dormida Salamanca, pero ahora tengo un cuerpo y soy consciente de su cansancio y tengo deseos de sumergirlo en la fuente de la calle y dejarlo fundido con la piedra mientras veo el cielo teñirse de rosado. Me dejo llevar por ese estanque imaginario y nos colamos por la puerta del Contrastes. Por que sabemos, (y eso es pura experiencia) que allí podemos dormir con los ojos abiertos. Las ratas están lamiendo los suelos en el Pepper´s, en el Hernández, en el Centenera, en la Charca… en casi todos los bares menos aquí, donde la música de Extremoduro se dilata en los pulmones, porque nadie ha terminado aún de contar su historia. Los gritos son los ruidos más suaves y nosotros bebemos. Y mientras esperamos la luz del sol o algo que nunca pasa, el bar se va llenando de sombras y de un silencio profundo, un silencio de última hora porque ningún bolsillo puede a estas alturas sostener el desmadre del Contrastes. Entonces antes de volver a la calle y mientras suena Boikot le pido al pincha algo absurdo , nada más que para imaginarme cosas y especular y poder embellecer más adelante lo que de tristeza tienen estas situaciones cotidianas y acabar la copa antes de que suenen las campanas de San Marcos dando la misa de las 9 y sobre las iglesias caigan las primeras oraciones y sobre las calles los últimos vómitos.

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